En la vida cotidiana del Seminario Metropolitano se viven las cuatro “Dimensiones de la formación sacerdotal” en la forma que recoge “Pastores Dabo Vobis”:
El proceso formativo que se imparte tiene en cuenta que la formación humana es el fundamento de toda la formación sacerdotal (“Sin una adecuada formación humana, toda la formación sacerdotal estaría privada de su fundamento necesario”: PDV 43). “El presbítero, llamado a ser “imagen viva” de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, debe procurar reflejar en sí mismo, en la medida de lo posible, aquella perfección humana que brilla en el Hijo de Dios hecho hombre y que se transparenta con singular eficacia en sus actitudes hacia los demás, tal como nos las presentan los evangelistas” (PDV 43).
El cultivo de una serie de “cualidades humanas necesarias para la formación de personalidades equilibradas, sólidas y libres, capaces de llevar el peso de las responsabilidades pastorales” (PDV 43) hace necesaria la educación “a amar la verdad, la lealtad, el respeto por la persona, el sentido de la justicia, la fidelidad a la palabra dada, la verdadera compasión, la coherencia y, en particular, el equilibrio de juicio y de comportamiento” (PDV 43).
Es especialmente importante la capacidad de “relacionarse con los demás, elemento verdaderamente esencial para quien ha sido llamado a ser responsable de una comunidad y “hombre de comunión”. Esto exige que el sacerdote no sea arrogante ni polémico, sino afable, hospitalario, sincero en sus palabras y en su corazón prudente y discreto, generoso y disponible para el servicio, capaz de ofrecer personalmente y de suscitar en todos relaciones leales y fraternas, dispuesto a comprender, perdonar y consolar (cf. 1 Tim 3,1-5; Tit 1,7-9)” (PDV 43).
Se cuida con especial esmero la “madurez afectiva”, “consciente del puesto central del amor en la existencia humana” (PDV 44), un amor “que compromete a toda la persona, a nivel físico, psíquico y espiritual” (ibid.).
Con la colaboración de los Directores espirituales, se vive la “educación en la sexualidad” que sea “verdadera y plenamente personal y que, por ello, favorezca la estima y el amor a la castidad” (PDV 44) y la vivencia del celibato como “virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el “significado esponsal” del cuerpo” (ibid.).
“La madurez humana, y en particular la afectiva, exigen una formación clara y sólida para una libertad, que se presenta como obediencia convencida y cordial a la “verdad” del propio ser, al significado de la propia existencia, o sea, al “don sincero de sí mismo”, como camino y contenido fundamental de la auténtica realización personal” (PDV 44).
“Íntimamente relacionada con la formación para la libertad responsable está también la educación de la conciencia moral; la cual, al requerir desde la intimidad del propio “yo” la obediencia a las obligaciones morales, descubre el sentido profundo de esa obediencia, a saber, ser una respuesta consciente y libre -y, por tanto, por amor- a las exigencias de Dios y de su amor” (PDV 44).
El proceso de la vida espiritual se entiende como “relación y comunión con Dios” (PDV 45). La formación espiritual “es obra del Espíritu y empeña a la persona en su totalidad; introduce en la comunión profunda con Jesucristo, buen Pastor; conduce a una sumisión de toda la vida al Espíritu, en una actitud filial respecto al Padre y en una adhesión confiada a la Iglesia. Ella se arraiga en la experiencia de la cruz para poder llevar, en comunión profunda, a la plenitud del misterio pascual” (PDV 45).
La formación espiritual “constituye el centro vital que unifica y vivifica su ser sacerdote y su ejercer el sacerdocio” (PDV 45).
Según el Decreto conciliar Optatam totius: “La formación espiritual… debe darse de tal forma que los alumnos aprendan a vivir en trato familiar y asiduo con el Padre por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo. Habiendo de configurarse a Cristo Sacerdote por la sagrada ordenación, habitúense a unirse a Él, como amigos, con el consorcio íntimo de toda su vida. Vivan el misterio pascual de Cristo de tal manera que sepan iniciar en él al pueblo que ha de encomendárseles. Enséñeseles a buscar a Cristo en la fiel meditación de la Palabra de Dios, en la activa comunicación con los sacrosantos misterios de la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía y el Oficio divino; en el Obispo, que los envía, y en los hombres a quienes son enviados, principalmente en los pobres, los niños, los enfermos, los pecadores y los incrédulos. Amen y veneren con filial confianza a la Santísima Virgen María, a la que Cristo, muriendo en la cruz, entregó como madre al discípulo” (PDV 45).
De ahí surgen una serie de “valores y exigencias fundamentales del camino espiritual del candidato al sacerdocio” (PDV 45):
a) “El valor y la exigencia de “vivir íntimamente unidos“ a Jesucristo”.
b) “La búsqueda de Jesús”. Para buscar y encontrar a Jesús “Optatam totius” señala un triple camino: “la meditación fiel de la palabra de Dios, la participación activa en los sagrados misterios de la Iglesia, el servicio de la caridad a los “más pequeños”” (PDV 46).
Un “elemento esencial de la formación espiritual es la lectura meditada y orante de la Palabra de Dios (lectio divina); es la escucha humilde y llena de amor que se hace elocuente” (PDV 47). La forma primera y fundamental de respuesta a la Palabra es la oración, que constituye sin duda un valor y una exigencia primarios de la formación espiritual. Ésta debe llevar a los candidatos al sacerdocio a conocer y experimentar el sentido auténtico de la oración cristiana, el de ser un encuentro vivo y personal con el Padre por medio del Hijo unigénito bajo la acción del Espíritu; un diálogo que participa en el coloquio filial que Jesús tiene con el Padre” (PDV 47).
El sacerdote ha de ser “maestro de oración”. Por ello, los “cristianos esperan encontrar en el sacerdote no sólo un hombre que los acoja, que los escuche con gusto y les muestre una sincera amistad, sino también y sobre todo un hombre que les ayude a mirar a Dios, a subir hacia Él. Es preciso, pues, que el sacerdote esté formado en una profunda intimidad con Dios. Los que se preparan para el sacerdocio deben comprender que todo el valor de su vida sacerdotal dependerá del don de sí mismos que sepan hacer a Cristo y, por medio de Cristo, al Padre” (PDV 47).
“El culmen de la oración cristiana es la Eucaristía, que a su vez es “la cumbre y la fuente“ de los Sacramentos y de la Liturgia de las Horas. Para la formación espiritual de todo cristiano, y en especial de todo sacerdote, es muy necesaria la educación litúrgica, en el sentido pleno de una inserción vital en el misterio pascual de Jesucristo, muerto y resucitado, presente y operante en los sacramentos de la Iglesia” (PDV 48).
La celebración eucarística diaria de los seminaristas es “el momento esencial de su jornada” (PDV 48).
Se les propone “redescubrir, en la formación espiritual, la belleza y la alegría del Sacramento de la Penitencia” (PDV 48).
La formación espiritual también comporta “buscar a Cristo en los hombres” (PDV 49), puesto que “del encuentro con Dios y con su amor de Padre de todos, nace precisamente la exigencia indeclinable del encuentro con el prójimo, de la propia entrega a los demás, en el servicio humilde y desinteresado que Jesús ha propuesto a todos como programa de vida en el lavatorio de los pies a los apóstoles: “Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13,15)” (PDV 49).
“Por tanto, el sacerdote es el hombre de la caridad y está llamado a educar a los demás en la imitación de Cristo y en el mandamiento nuevo del amor fraterno (cf. Jn 15,12)” PDV 49).
“En la perspectiva de la caridad, que consiste en el don de sí mismo por amor, encuentra su lugar en la formación espiritual del futuro sacerdote la educación en la obediencia, en el celibato y en la pobreza” (PDV 49).
“La formación espiritual de quien es llamado a vivir el celibato debe dedicar una atención particular a preparar al futuro sacerdote para conocer, estimar, amar y vivir el celibato en su verdadera naturaleza y en su verdadera finalidad, y, por tanto, en sus motivaciones evangélicas, espirituales y pastorales” (PDV 50).
Al comienzo del curso 2010-2011se explicó a los la doctrina del Concilio Vaticano II, la encíclica Sacerdotalis caelibatus y la Instrucción para la formación del celibato sacerdotal, publicada por la Congregación para la Educación Católica en 1974.
Esta formación se realiza fundamentalmente en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón (CRETA), afiliado a la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, con un horario de clases de lunes a viernes, de 8.30 a 13.15 h.
La formación intelectual “es como una exigencia insustituible de la inteligencia con la que el hombre, participando de la luz de la inteligencia divina, trata de conseguir una sabiduría que, a su vez, se abre y avanza al conocimiento de Dios y a su adhesión” (PDV 51) .
La formación intelectual posee una “exigencia pastoral”. “La dedicación al estudio, que ocupa una buena parte de la vida de quien se prepara al sacerdocio, no es precisamente un elemento extrínseco y secundario de su crecimiento humano, cristiano, espiritual y vocacional; en realidad, a través del estudio, sobre todo de la teología, el futuro sacerdote se adhiere a la palabra de Dios, crece en su vida espiritual y se dispone a realizar su ministerio pastoral” (PDV 51).
El estudio de la filosofía “lleva a un conocimiento y a una interpretación más profundos de la persona, de su libertad, de sus relaciones con el mundo y con Dios” (PDV 52).
“La formación intelectual del futuro sacerdote se basa y se construye sobre todo en el estudio de la sagrada doctrina y de la teología” (PDV 53).
Las “perspectivas cristológicas y eclesiales, que son connaturales a la teología, ayudan a desarrollar en los candidatos al sacerdocio, además del rigor científico, un grande y vivo amor a Jesucristo y a su Iglesia: este amor, a la vez que alimenta su vida espiritual, les sirve de pauta para el ejercicio generoso de su ministerio” (PDV 53).
“La formación intelectual teológica y la vida espiritual -en particular la vida de oración- se encuentran y refuerzan mutuamente, sin quitar por ello nada a la seriedad de la investigación ni al gusto espiritual de la oración” (PDV 53).
“La formación teológica es una tarea sumamente compleja y comprometida. Ella debe llevar al candidato al sacerdocio a poseer una visión completa y unitaria de las verdades reveladas por Dios en Jesucristo y de la experiencia de fe de la Iglesia; de ahí la doble exigencia de conocer “todas” las verdades cristianas y conocerlas de manera orgánica, sin hacer selecciones arbitrarias” (PDV 54).
“En su reflexión madura sobre la fe, la teología se mueve en dos direcciones. La primera es la del estudio de la Palabra de Dios: la palabra escrita en el Libro sagrado, celebrada y transmitida en la Tradición viva de la Iglesia e interpretada auténticamente por su Magisterio” (PDV 53). De aquí el estudio de la Sagrada Escritura, “la cual debe ser como el alma de toda la teología”: de los Padres de la Iglesia y de la liturgia, de la historia eclesiástica, de las declaraciones del Magisterio. La segunda dirección es la del hombre, interlocutor de Dios: el hombre llamado a “creer”, a “vivir” y a “comunicar” a los demás la fides y el ethos cristiano. De aquí el estudio de la dogmática, de la teología moral, de la teología espiritual, del derecho canónico y de la teología pastoral” (PDV 53).
“Toda la formación de los candidatos al sacerdocio está orientada a prepararlos de una manera específica para comunicar la caridad de Cristo, buen Pastor. Por tanto, esta formación, en sus diversos aspectos, debe tener un carácter esencialmente pastoral” (PDV 57).
Como afirma el Decreto conciliar Optatam totius, refiriéndose a los seminarios mayores: “La educación de los alumnos debe tender a la formación de verdaderos pastores de las almas, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor”. “Por consiguiente, deben prepararse para el ministerio de la Palabra: para comprender cada vez mejor la palabra revelada por Dios, poseerla con la meditación y expresarla con la palabra y la conducta; deben prepararse para el ministerio del culto y de la santificación, a fin de que, orando y celebrando las sagradas funciones litúrgicas, ejerzan la obra de salvación por medio del sacrificio eucarístico y los sacramentos; deben prepararse para el ministerio del Pastor: para que sepan representar delante de los hombres a Cristo, que “no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida para redención del mundo” (Mc 10,45; cf. Jn 13,12-17), y, hechos servidores de todos, ganar a muchos (cf. 1 Cor 9,19)” (PDV 57).
El Plan de Estudios del Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón incluye diversas asignaturas de Teología Pastoral: Teología Pastoral Fundamental, Teología Pastoral Hodegética, Homilética, Psicología Pastoral, Pedagogía de la Fe.
Los seminaristas participan en actividades pastorales en parroquias de la ciudad. Los sábados por la tarde y los domingos por la mañana colaboran en catequesis, formación de niños, jóvenes, adolescentes y adultos, celebraciones litúrgicas, etc.
“El estudio de la teología pastoral debe iluminar la aplicación práctica mediante la entrega y algunos servicios pastorales, que los candidatos al sacerdocio deben realizar, de manera progresiva y siempre en armonía con las demás tareas formativas; se trata de “experiencias” pastorales, que han de confluir en un verdadero “aprendizaje pastoral”, que puede durar incluso algún tiempo y que requiere una verificación de manera metódica” (PDV 57).
“La formación pastoral no puede reducirse a un simple aprendizaje, dirigido a familiarizarse con una técnica pastoral. El proyecto educativo del seminario se encarga de una verdadera y propia iniciación en la sensibilidad del pastor, a asumir de manera consciente y madura sus responsabilidades, en el hábito interior de valorar los problemas y establecer las prioridades y los medios de solución, fundados siempre en claras motivaciones de fe y según las exigencias teológicas de la pastoral misma” (PDV 58).
En la elección de los lugares y servicios adecuados para la experiencia pastoral se presta especial atención a la parroquia, “célula vital de dichas experiencias sectoriales y especializadas, en la que los candidatos al sacerdocio se encontrarán frente a los problemas inherentes a su futuro ministerio” (PDV 58).
“Ya que la actividad pastoral está destinada por su naturaleza a animar la Iglesia, que es esencialmente “misterio”, “comunión”, y “misión”, la formación pastoral deberá conocer y vivir estas dimensiones eclesiales en el ejercicio del ministerio” (PDV 59).
A. P. E. (Rector)